En la antigüedad las personas tenían un concepto de nobleza que con el paso del tiempo se ha perdido. Bastaba con darse la mano, mirarse a los ojos y dar la palabra para saber que teníamos un acuerdo y que éste sería cumplido, pero esos tiempos han quedado atrás. ¿Cuál es la necesidad de legalizar todo y judicializar todo?, es simple, porque las personas no cumplen sus acuerdos, ni siquiera con documentos firmados.
En un mundo donde todo se ha vuelto relativo y las promesas ya no valen nada, entonces me cabe la pregunta de ¿qué es lo que sí tiene valor?. La confianza entre las personas se construye, en parte importante, por medio del cumplimiento de nuestra palabra. Si te digo que voy y no voy, entonces no tienes razones para creer en mi. Si solo doy discursos de buena voluntad sin acción entonces soy un embustero, ¿no es eso lo que le reclamamos siempre a los políticos? decir cosas que luego no ocurren.
Por esta razón es que es tan importante comprometernos con nosotros mismos para volver a ser personas confiables, a ir contra la corriente de un mundo donde todo es relativo y en que muchas veces está bien visto borrar con el codo lo que acabamos de escribir con la mano, todo en nombre de la libertad. Es cierto, podemos cambiar de opinión con total libertad, sin embargo también tomamos compromisos y prometemos cosas con la misma libertad, por ello debemos aprender a ser prudentes en aquello que nos comprometemos, para así garantizar que cumpliremos, no solo porque es lo correcto, sino porque nos hace mejores personas con nosotros mismos. No solo nos volvemos más confiables a los ojos de los demás, sino que también nos decimos a nosotros, a nivel inconsciente, que somos personas coherentes y consecuentes, que si bien todos tenemos muchas cosas que mejorar, ser confiables es esencial y un excelente piso sobre el cual construir.
Es fundamental que volvamos a edificiar una vida, una sociedad y un mundo donde la palabra de cada persona vuelva a ser lo suficiente para llegar a acuerdos, para construir relaciones, para el trabajo, para la política y la vida social en general. En que no necesitemos más credenciales que una mano que se estrecha con confianza, porque sabemos que en cada palabra se juega la dignidad y nobleza de lo humano, y que nadie estaría realmente dispuesto a romper tan grande compromiso con uno mismo y con los demás.
Volver a creer en las personas y las instituciones está al alcance de cada uno de nosotros, sin embargo, debemos cambiar. Será vital transformar nuestra manera de operar, para dejarnos de mezquindad, de mentiras, verdades a medias, o palabras para que la galería aplauda o querer dejar conformes a los otros, cuando en el fondo sabemos que es otra falsedad más y que luego le podremos echar la culpa a cualquier cosa para ni siquiera reconocer el dolo que hemos cometido al prometer lo que no ocurrirá jamás.
Me quiero expresar con claridad, no es un tema solo de cumplimiento y de responsabilidad, sino que un tema de respeto propio, de amor a uno y al prójimo, de enaltecer nuestra esencia humana por medio del correcto uso de la libertad que tenemos. Con ella podemos prometer en libertad y cumplir en libertad. Al hacer ambas cosas con libre albedrío, entonces estamos demostrando que podemos estar por encima de la conveniencia, de la vanidad y la estupidez, es decir, que con ello podemos ser más humanos y mejores humanos con cada promesa hecha y cumplida.