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Episodio 69: Aprendamos a jugar tetris para la vida

El tetris era un juego fabuloso que disfrutamos durante los años 90 y que nos dejó varias lecciones que podamos aplicar a nuestra vida en la actualidad. La capacidad de dar un órden a cada cosa y ponernos el foco de lograr nuestras metas.

En este nuevo episodio de mi podcast comparto contigo algunas reflexiones que nos pueden ayudar a poner foco, lograr resultados y aligerar nuestra mente y nuestras emociones.

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La vida es el fruto de nuestras decisiones

Algunas personas consideran que la vida es “lo que nos tocó”, algo así como un destino totalmente marcado por nuestro contexto y circunstancias. No niego que el medio en el cual uno vive y se desarrolla tiene un impacto en nosotros, solo creo que es mucho mayor la evidencia que podemos encontrar en la vida de millones de personas, que muestra que finalmente la vida es el fruto de nuestras decisiones. 

Muchas de estas decisiones son inconscientes, reaccionamos desde nuestras emociones y tomamos acciones que son verdaderamente irracionales, al menos desde la perspectiva de los resultados que nos brindan. 

Si no trabajamos en conocernos más y mejor, en aumentar nuestras capacidades que nos vuelven más autónomos y lúcidos para tomar mejores decisiones, entonces podremos estar construyendo frutos que realmente no queríamos. 

Pero ¿es que la vida es el fruto de nuestras decisiones solamente?, creo que para responder esa pregunta tenemos que entender que nuestras decisiones involucran una serie de procesos en nuestro interior, como lo son los pensamientos (y nuestro foco perceptual), nuestras emociones (y esa energía más básica que nos moviliza), y el comportamiento (las expresiones concretas de nuestras decisiones). Será finalmente lo que hagamos con estos tres elementos: pensamiento, emociones y comportamientos, lo que marcará los resultados que obtendremos en los más diversos aspectos de nuestra vida. 

Quizás debiéramos hacer el ejercicio de maduración y dejar de culpar tanto al resto, inventar chivos expiatorios, tener una visión minimalista del mundo y sus procesos o derechamente mirarnos al espejo y asumir que gran parte de nuestros aciertos y errores son fruto de las decisiones que tomamos, que seguramente en su momento nos parecieron ideas iluminadas, pero que con la perspectiva que otorga el tiempo nos permite evaluarlas con mayor justicia. 

Esta situación, creo, nos otorga un enorme marco de autonomía y capacidad, ya que si son nuestras decisiones las que marcan de forma relevante los frutos de nuestra vida, entonces es momento de tomar decisiones mejores, más meditadas, mejor asesoradas y abrirnos a aprender aquello que antes nos sabíamos, para esta vez acertar el tiro. 

Si hacemos esto, quizás podamos entonces sentarnos un instante y pensar: ¿Cuál será la próxima decisión importante que tomaré?

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¿Cómo juegas en tu vida?

El juego nos acompaña desde nuestra infancia y aunque lo hemos hecho muchas veces no siempre aprendemos una forma equilibrada y realmente saludable de jugar. Esta semana te invito a reflexionar y animarte a jugar tus cartas de otra forma, atreverte a arriesgar y saber cuidarte a la vez, para que pueda disfrutar tus días de una forma más plena y satisfactoria. 

 
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La vida no se divide

Aunque quizás no seamos conscientes ni nos demos cuenta, todos hemos sido criados en un mundo repleto de divisiones, las que aprendemos desde muy pequeños y muchas de ellas no acompañan la vida entera. Nos enseñan la división de la mente y el cuerpo, de lo bueno y lo malo (cada vez más relativizado), nos hablan de cómo debemos vivir para luego disfrutar, de lo importante de la prosperidad o los cánones de belleza que nos vende la publicidad enseñándonos sobre lo “bonito” y lo “feo”, así como aquello que es deseable y lo que debe ser despreciado.
 
Asimismo, vamos aprendiendo que una cosa es la vida cotidiana y otra muy diferente nuestra dimensión espiritual. Si hablas de lo espiritual en el trabajo puede ser considerado actualmente como un proselitismo detestable, aunque muchas otras propagandas ideológicas sean bien vistas y potenciadas en cada rincón. Tenemos los espacios para la vida pública y la privada, cada vez más difusa gracias a la gran exposición y el uso de las redes sociales.
 
Tus problemas son de una dimensión muy diferente que tus logros. Tu opinión política no debiera mezclarse con otros espacios de interacción social, o incluso personal, como si la política no tuviera que ver con nuestra concepción de lo que somos, de lo que queremos ser y de la mejor manera de desarrollarnos como individuos y también como comunidades. La división ha sido parte de la manera en que nos enseñan en las escuelas, de la manera en que aprendemos en casa, y como evaluamos nuestra propia vida y la de los demás.
 
Esto ha traído graves problemas, ya que finalmente terminamos viviendo divididamente con nosotros mismos, sin lograr integrar de una forma coherente lo que creemos, sentimos y hacemos en nuestra vida. La falta de alineación de estas tres dimensiones nos genera un ruido interior que muchas veces no sabemos explicar y por ello vemos cómo aumentan las patologías de salud mental por una vida fragmentada en una sociedad que se ha olvidado de nuestras necesidades más básicas para enfocarnos en lo que se nos presenta como central.
 
Así, hemos realizado una disección entre nuestra vida diaria y la espiritualidad, entiendo que ésta es algo del mundo privado que solo hacemos cuando vamos a un templo, que se comparte en casa con nuestra familia, pero que no debe salir hacia aquellos espacios como el trabajo, la vida social, los momentos en comunidad. Esto es un gran error. Ojo que no estoy hablando de religiosidad, sino que de espiritualidad, es decir, nuestra capacidad de conectarnos con algo más grande que nosotros que nos ayuda a tener sentido, un marco de referencia que nos da soporte, mayor seguridad y guía a nuestra vida. Finalmente, ¿qué es la vida sin un sentido mayor que nosotros?, quizás solo vanidad, que es lo que más vemos hoy en cada esquina donde miremos.
 
Debemos dejar de dividirnos a nosotros mismos para ir por el camino de integrarnos e ir por la vida como un individuo, es decir, como alguien que no es posible de ser dividido, que vamos con nuestras creencias, emociones, espiritualidad, historias, deseos y comportamiento por todos los espacios en los que formamos parte, para desde ahí sentirnos más plenos y contagiar sentido y plenitud a los demás.
 
Es fundamental que llevemos la espiritualidad con nosotros a todos los rincones, en cada momento de nuestro día, porque no somos solo cognición ni emoción, sino que también somos espíritu.