E3zZbwSXwAMg6GX

El miedo cambió de bando…

Este año en Chile hemos tenido más elecciones de las que por lo general estamos acostumbrados en cualquier país. Los procesos de cambio se han tomado la agenda, no solo nacional, sino que de gran parte del mundo. 

Personalmente, creo que se hace evidente el deseo pujante de las personas de poder construir un proyecto de vida que haga más sentido desde lo individual y hacia lo colectivo, donde sintamos que podemos desarrollarnos y tener una vida con más oportunidades. ¿Cuál es el camino para lograrlo? creo que es la gran cuestión que entra en tensión cada vez que asomamos la mirada hacia quienes hoy participan activamente del mundo político en todo su abanico de colores y tendencias. 

Una de las cosas que me llamó la atención fue lo señalado por la candidata a Gobernadora de la Región Metropolitana, Karina Oliva y lo señalado también por la diputada Maite Orsini al decir que “el miedo cambió de bando”. Al ver estas declaraciones varias cosas surgieron en mi mente y que quisiera compartir en este breve post. 

Lo primero que pensé es que “hay bandos”. Claro que en la vida en sociedad tenemos diferentes miradas, creencias, formas de vida, etc, ¿nuestras diferencias nos hacen pertenecer a bandos? de ser así entonces la mirada de fragmentación e incluso contraposición dentro de quienes vivimos en un mismo contexto geográfico y normativo se vuelve un campo de divisiones en vez de lograr extraer el valor de la diversidad de miradas, talentos y posiciones. 

Lo segundo que me surgió es la idea del miedo, ya que de esta declaración se extrae que antes un grupo tenía miedo y que ahora es el otro “bando” quien lo posee y se señala como algo positivo, como si el miedo del otro fuera el progreso de uno. Imaginemos una sociedad que se construye sobre la idea de que somos una multiplicidad de bandos y que, como quien juega a la silla musical, el triunfo personal se sustenta en la derrota del prójimo y aún peor en el miedo que el otro pueda tener. 

Una sociedad donde la idea es traspasar temor a quienes son diferentes a uno es una sociedad de la tiranía, la dictadura emocional y el yugo psicológico. ¿Realmente esto es lo que queremos o andamos buscando para resolver las problemáticas de una sociedad?

No solo me pareció grave y humanamente pobre esta expresión, quizás fruto de un descuido o tal vez de una honestidad indiscreta, sino que sobre todo me pareció preocupante que casi la mitad de las personas que fueron a votar (con muy baja participación) apoyan a quienes las enuncian con total desparpajo. ¿Realmente queremos construir una sociedad donde el tema sea depositar los temores personales en la transferencia de estos miedos a otras personas? personalmente no es lo que anhelo ni para mi ni para mi familia, por el contrario, un lugar donde podamos sentirnos seguros, confiados del futuro, entusiasmados del presente, que podamos salir a la calle sin miedo, dar una opinión sin temor, participar de los espacios privados e íntimos, así como de la vida pública sin miedo al otro ser humano, sino que en la profunda confianza que siendo diferentes y maravillosamente diversos, tendremos la generosidad y altura de construir un hogar donde todos podamos despojarnos del miedo y construir bienestar. 

pexels-sebastiaan-stam-1097456

Cuidado con el miedo

Es tan fácil como ingresar a redes sociales o prender la televisión para asistir al gran show del miedo. En nombre de la información y la tan manoseada libre expresión se ha justificado cualquier cosa, y en esta ocasión no es diferente.

Presentar un morbo constante entre muertos, contagiados, opinólogos (desde la opinión del vecino, hasta las autoridades más diversas), nos tiene inmerso en una situación que debemos mirar con detención, si queremos dejar este trance hipnótico que tal vez nos lleve a un lugar peor que el propio mal que se quiere combatir.

¿Qué hacemos los seres humanos cuando somos capturados por las emociones del miedo y la incertidumbre? nuestro cerebro tiene una respuesta sencilla frente a estos estados. En primer lugar, debemos recordar que nuestro cerebro está hecho para sobrevivir, no para ser “feliz” ni menos para comportarse de forma “inteligente” o “civilizada”. Por otra parte, nuestra mente no distingue verdad de mentira (por eso a los que conocen del arte de mentir les funciona bien), sino solo responde a sus propias representaciones del mundo que le rodea (tanto interno como externo). De esta forma, cuando sentimos incertidumbre buscamos fervientemente abrazarnos a algo que nos de certeza, ya sea en nosotros, en otros o en fuerzas sobrenaturales que nos puedan hacer sentir que tenemos una explicación a lo que ocurre.

De similar manera, nuestras emociones de miedo nos llevan a tres estados muy primitivos (por mucho que a ratos queramos convencernos que somos muy racionales), a saber, atacar, huir o paralizarnos. Estas tres reacciones básicas las podemos ver en la actualidad con cierta facilidad.
Están quienes se encuentran paralizados sin tomar acción ni decisión a la espera que algo ocurra, que las cosas cambien o que algo (en su interior) se transforme para poder seguir con la vida. También podemos ver aquellos que prefieren huir, negando elementos de su realidad para poder tener mayor tranquilidad interior (finalmente, si la percepción es focal ¿por qué no enfocarla en otra cosa?). Y vemos de forma ferviente aquellos que atacan, insultan, descalifican y más, con tal de sentirse un poquito mejor.

Es que acaso quienes insultan, como un deporte diario, todas las decisiones, opiniones o diferencia ¿están practicando el tan defendido “pensamiento crítico”? no lo creo, más bien dan muestra de sus competencias personales para enfrentar la incertidumbre y el miedo, dejando al descubierto el hecho que solo han optado, consciente o inconscientemente, por dejar a su cerebro primitivo gobernar la necesidad de calmar sus emociones desbordadas.

Sea cual sea la respuesta, todas son muy humanas, así que también al escribir de esto hago el intento de no juzgar unas u otras, aunque me cabe preguntarme si ¿hay alguna que logre contribuir en ambas direcciones, es decir, mejorar nuestro estado interno disminuyendo el miedo y/o la incertidumbre, y contribuir a un espacio de convivencia donde podamos respetarnos y aprender los unos de los otros?

Si tomamos estos antecedentes de nuestra forma de funcionar como especie ante el miedo, entonces debiéramos ser más cuidadosos cuando se extrema la campaña del terror, porque la probabilidad que un grupo violento arremeta con fuerza frente a otros que prefieren huir o simplemente quedar inmóviles se convierte en una alternativa viable, de hecho ya la hemos visto en varias ocasiones y contextos, lo que nos puede llevar a ser liderados por los primeros y, personalmente, no recuerdo algún momento en la historia de la humanidad en que haya resultado mucho bien en mano de violentos desaforados.

Tal vez hacer el intento de usar nuestra corteza cerebral para reflexionar, ser más conscientes de lo que nos pasa, moldear nuestras decisiones para cuidar nuestro bienestar y que esto no sea mandando el costo de ésta al bienestar ajeno (jodiéndose al prójimo), sino más bien pueda generar “externalidades” buenas para todos, nos podría ayudar a enfrentar de mejor forma un contexto desafiante, que requiere de esa capacidad interna que como especie tanto nos hemos aplaudido, pero que en momentos como estos es cuando debemos bajarlo del ideario de superioridad y usarla para trabajar por algo que nos permita obtener resultados mejores.

Es por lo anterior, que creo que es momento de dejar de vender y comprar tanto miedo y bronca entre los unos y los otros, para enfocarnos en lo que nos afecta a todos y que le roba la tranquilidad a millones. Quizás de esa forma, dejemos por un instante de ser los que “tienen la razón” y comencemos a contribuir para que podamos estar mejor.