Workshop sobre Inteligencia Emocional fue la actividad realizada por Isaías Sharon en INACAP en su sede de La Granja.
La emoción es con guitarra
Cada vez son más las personas que ya han oído, visto o leído la relevancia de trabajar lo que se denomina inteligencia emocional. Esta capacidad de poder gestionar nuestras emociones y lograr movernos, en los diferentes ámbitos de la vida, con inteligencia sobre nuestras emociones. Si bien cada vez existen más contenidos, libros y material en internet que podemos consultar para aprender sobre las emociones y cómo poder trabajar esta dimensión tan importante en nuestra vida, hay un factor que no debemos olvidar y es que “la emoción es con guitarra”.
Tal como dice este conocido dicho que “otra cosa es con guitarra” para hacer ver que una cosa es hablar sobre algo y otra muy diferente es vivirlo en primera persona y verse en la situación propiamente tal, con las emociones ocurre lo mismo y es por esa razón que resulta fundamental que podamos reconocer el camino necesario para incorporar o desarrollar estas competencias en nuestra vida diaria.
Para poder ir tomando claridad sobre esta materia, lo primero que me parece importante diferenciar es que un primer paso es adquirir conocimiento y eso lo podemos conseguir revisando más información, videos, charlas, audios, libros, etc., sobre inteligencia emocional. Esto es genial y claramente lo recomiendo, porque debemos conocer sobre el tema para poder desarrollarlo. Sin embargo, también debemos comprender que saber de algo no nos vuelve personas hábiles sobre la materia, es decir, podemos saber mucho sobre automóviles, pero otra cosa es tener la habilidad de construir uno o de repararlo.
De esta forma, debemos ser capaces de diferenciar un saber de la capacidad de saber hacer. En el mundo de las emociones esta distinción es fundamental porque las experiencias internas que nos acompañan permanentemente en nuestro día a día no requieren un proceso de intelectualización, donde podamos decir “sabemos de esto”, sino que requieren la capacidad de reconocerlos en la acción y utilizarlos en el momento.
Seguramente te ha ocurrido en alguna ocasión que fruto de una emoción has dicho o hecho algo que luego del momento consideras que no fue lo más asertivo o que incluso generó un problema que antes de esa reacción no existía, y esto no es porque no entiendas cosas sobre las emociones (necesariamente), sino que está más relacionado a cómo logras trabajar cada emoción en el momento en que ésta surge, es decir, que la inteligencia emocional es algo que se entrena en la experiencia directa, o dicho de otra forma: “con guitarra”.
Al igual que cualquier músico que practica para lograr la maestría en un instrumento, de la misma forma nosotros tenemos la oportunidad de trabajar nuestras emociones en los diferentes contextos del día a día, y con ello ir entrenando nuestra capacidad de ser cada vez mejores en este tan importante tema. Recordemos que casi la totalidad de las decisiones o acciones que realizamos en nuestra vida es movilizada por las emociones, por lo que nuestros resultados vienen de los estados internos que experimentamos, saber reconocer nuestras emociones y gestionarlas de forma asertiva, hará la diferencia en los resultados que seremos capaces de alcanzar.
Ya lo sabemos, si queremos ser más inteligentes emocionalmente, entonces seamos amorosos con ese aprendizaje. No venimos bajando del nirvana cada mañana, ni somos personas extra Zen, que pueden mantener su centro a cada instante, por el contrario, somos personamos desafiadas día a día a aprender más de nosotros, de las diferentes experiencias y de encontrar nuevas y mejores maneras de gestionar nuestras emociones para que logremos sacar de éstas toda la sabiduría y energía que cada emoción encierra en sí, y que si logramos gestionarla de forma efectiva, tendremos acceso a una gran fuente que nos ayudará a seguir mejores cada día.
Espero que este día de “ensayo emocional” sea un nuevo momento repleto de oportunidades para seguir creciendo y mejorando en esta dimensión fundamental para construir una vida más feliz y plena.
Emociones en pandemia
La situación que vivimos en el mundo entero con la llegada de la pandemia del COVID19 es sin duda un desafío enorme en mucho aspectos de la vida. Demás está decir el impacto gigante que está teniendo en la economía, las empresas, la educación, los gobiernos, los sistemas de abastecimiento, los servicios sanitarios y un largo etcétera.
Todo este contexto sin lugar a dudas que está teniendo una gran repercusión en las emociones que experimentamos las personas. Tal como podemos constatar desde nuestra experiencia personal, y como lo ha demostrado el estudio científico de las emociones, esta dimensión de los seres humanos tiene un impacto trascendental en nuestras vidas, impactando no solo en cómo nos sentimos frente a los diferentes contextos de la vida, sino también, en la manera en que aprendemos, nos relacionamos, la forma de plasmar nuestro comportamiento y… finalmente, la vida que logramos construir.
Dado el enorme impacto de nuestras emociones, este tema es algo que debemos mirar con mayor detención y darle la atención que merece, si lo que queremos es avanzar en la construcción de mayor bienestar personal.
Lo primero que tal vez pueda ser de utilidad comprender es que no existen emociones “buenas” o “malas”, todas y cada una de las cosas que sentimos en nuestro interior son información y nos brindan una guía que debemos tomar en cuenta, con la finalidad de reconocer lo que nos ocurre y, con ello, decidir de mejor forma nuestras acciones. Es cierto, existen emociones muy incómodas y otras placenteras, pero no debemos confundir esto con el calificativo entre buenas y malas.
Por otra parte, las emociones son energía, y una muy poderosa por lo demás, así que quizás sea bueno reflexionar un instante sobre lo que estamos haciendo con ella. ¿Cómo canalizamos nuestras emociones? ¿en qué las depositamos? este es uno de los factores que nos lleva a somatizar enfermedades, cuando dejamos las emociones “estacionadas” en nosotros mismos.
Un tercer factor sobre las emociones, que quisiera compartir contigo en esta ocasión, se relaciona con la oportunidad que nos entregan para poder ser más adaptables. Es cierto, que muchas veces fruto de nuestra emoción, acabamos reaccionando en cierta cantidad de situaciones y contextos, muchas veces generando resultados muy opuestos a los que queríamos obtener. Es por eso, que trabajar sobre nuestras emociones y ser cada vez más inteligentes con ellas, nos ayuda a poder ponerlas al servicio de nuestras decisiones, y de esta forma, dejar de reaccionar para comenzar a elegir.
Sé que todo esto es más complejo de entender o aplicar cuando nos encontramos sometidos a mucho estrés o situaciones que nos hacen sentir agobiados. Sin embargo, no trabajar en este ámbito de tu vida interior en espera de que “las cosas pasen” no te ayudará a superar las situaciones poco gratas en las que pudieras encontrarte. Por eso te vuelvo a hacer la invitación a que te tomes un instante en tu día a día a reconocer ¿qué es lo que sientes? ¿qué otras cosas estás sintiendo en tu interior? ¿qué te puede enseñar esta emoción? ¿de qué forma puedes usar esta emoción a tu favor?.
En tiempos de cambio lo mejor es cambiar uno también. Esto te ayudará a ser más flexible, tomar este contexto como una oportunidad de crecimiento, autoconocimiento y avance personal. Recuerda que estarás siempre contigo mismo/a por lo que sería bueno que esa relación interna y la gestión de tus emociones (que ocurren todo el tiempo) pueda ser una de esas áreas de la vida en que puedes salir con mayor fortaleza luego de esta pandemia.
En nombre del amor…
En el nombre del amor la historia de la humanidad está repleta de las cosas más bellas de las artes, hasta las atrocidades más terribles de las guerras. El amor es, quizás, uno de los sentimientos que más fuertemente ha movido voluntades, teniendo tantas versiones de entendimiento como personas y momentos en que éste (el amor) es invocado, y que por su enorme flexibilidad y liquidez permite ser endosado a prácticamente cualquier cosa.
Debo decir, como es de costumbre, que no pretendo llegar a una conclusión sobre qué es el amor, sino tan solo dejar ciertas reflexiones y preguntas para que usted, en esa libertad interpretativa, le pueda dar el uso que más le plazca a este artículo.
¿Cuántas cosas ha hecho en nombre del amor que no volvería a realizar ni aunque le obligaran? quizás encuentra alguna en su propia historia, porque para hablar de amor, alegría, miedo, incertidumbre o sufrimiento (solo por mencionar algunas emociones) no es necesario ir tan lejos, ya que todas ellas alojan en nosotros, aunque no de la misma manera, ya que cada uno tiene un aprendizaje diverso sobre cómo experimentar y darle significado a cada una.
Existen dos conceptos filosóficos que me parecen muy interesantes cuando uno se aproxima a una cuestión o tema. Una de ellas es el concepto de “atributo”, muy abordado por Spinoza, donde las cosas tienen un significado en sí mismas, elementos que le son propios e inexorables. Tal como diría Shakespeare en Sueño de una noche de Verano, al señalar que “El amor no mira con los ojos, sino con la mente”, otorgando a esta emoción una propiedad en sí misma.
Por otra parte, se encuentra la mirada “consecuencialista”, que mira a las cosas en términos de sus repercusiones y resultados contrastables. Es decir, que si en nombre del amor genero un bien, por ejemplo, otorgo momentos de felicidad a otra persona, o hago una buena obra en mi comunidad, entonces diríamos que el amor es bueno; en cambio, si en nombre del amor mato personas diría que el amor es malo.
Si lo llevamos a nuestra vida podremos encontrar, muy probablemente, ejemplo de ambas cosas. Es decir, hemos adquirido una idea romántica del amor que está fuertemente imbuida en la cultura, los relatos, el cine, etc. Donde se presente a esto del amor y el amar como algo deseable, necesario y que a la vuelta de cualquier esquina puede estar esperando y acecharnos para cambiar nuestra vida en un antes y un después sin retorno. Otras tantas veces, vemos como el amor (o nuestra forma de amar y ser amados) genera resultados nocivos, nos resta autonomía, capacidad de pensamiento crítico, nos lleva incluso a cruzar el cerco de la ética o lo moral, incluso de aquellas creencias valóricas más intrincadas en las personas.
En el nombre del amor se ha escrito y hecho de todo, siendo usualmente un lindo argumento para justificar tanto lo “bondadoso” como lo “infernal”, tal como decía Dostoievski en Los hermanos Karamasov, al señalar que: “¿Qué es el infierno? Mantengo que es el sufrimiento de no ser capaz de amar”.
Personalmente creo que el amor es una emoción humana que nos permite la trascendencia, ya sea en la creación, en la ideación, en el vínculo con otro, en la realización propia del amor interno, es esa búsqueda compulsiva por sentir que las cosas tienen un propósito noble que va más allá de nosotros mismos y que, solo en la entrega amorosa (a algo, alguien o nosotros mismos), logramos obtener en parte, al menos, de esa realización. Claro que la fantasía de estar alcanzando ese horizonte nos hace pensar que vemos tierra, incluso mucho antes de siquiera zarpar de nuestro puerto interior, pero bueno, a las personas nos gusta la ensoñación, contarnos historias que calmen ese mar de emociones que de cuando en vez nos lanza en una ola a lugares nuevos, o simplemente nos devuelve una y otra vez a la misma orilla de la que más de alguna vez nos ha costado tanto poder escapar, pero siempre es en el nombre del amor.