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Una nueva dieta

Los consejos para cuidar nuestra imagen inundan las redes sociales y la publicidad en internet. Hay tantas como uno pueda imaginar, desde pastillas mágicas, dietas infalibles o planes de ejercicio. Es cierto, la obesidad se ha vuelto una pandemia y un drama de salud pública, y combatirla es una misión necesaria. Sin embargo, este tema me ha tenido pensando sobre cómo es nuestra dieta más allá de la alimentación física.
 
“Somos lo que comemos” es una frase que me hace pleno sentido, no obstante, esto no se trata solo de comida para el cuerpo, sino que también del alimento espiritual. Finalmente, “no solo de pan vive el hombre”.
 
Muchas personas basan su dieta en los éxitos materiales, económicos, sociales o incluso publicitarios, por medio de la promoción de una vida irreal y fraudulenta, lo veo, lo he visto y también alguna vez lo viví. Esto lleva a que podamos tener una imagen que mostrar y que pueda hacer pensar a todos los demás (incluso a nosotros mismos) de que nos encontramos saludables y disfrutando de una vida “perfecta”, cuando verdaderamente nos encontramos en una anemia profunda en nuestro interior.
 
Así como antes disfrutábamos de una alimentación a base de real alimento (cuando digo real me refiero a frutas, verduras, carnes, y productos menos procesados y manipulados que aquello que vemos hoy), en la actualidad lo que vemos en las estanterías ya no son alimentos, sino que productos, marcas, colores, envases y publicidad. Todo procesado, todo con preservantes y elementos químicos que hacen que las cosas parezcan algo y tengan el saber de algo que verdaderamente no está ahí, no nutre ni existe.
 
Esta situación de mala alimentación también la hemos llevado a nuestra vida espiritual, comprando “comida chatarra” para el alma, y llenándonos de discursos fáciles y atractivos pero que no dejan nutriente en nosotros. Mensajes tales como: “Tú lo puedes todo”, “si te hace sentir bien, entonces está bien”, “no existen límites” y un largo etcétera de frases que se cuelan por todas partes en el día a día, y que nos dicen que el poder y el parámetro de medición somos nosotros mismos.
 
Pareciera ser que no hay más, que no hay otros, que no existen reglas de nada, porque finalmente todo es relativo y depende de lo que tú quieras y lo que te parezca. ¿Es realmente así?. Es cierto que vivimos la época de la posverdad, donde además el hedonismo y el antropocentrismo se han tomado todo. Ya no hay Dios ni orden, todo está en nosotros, todo lo podemos, todo lo queremos, todo lo cambiamos y todo puede cambiar, todo está bien según quien lo vea, y así suma y sigue. ¿cómo no vamos a estar en la época del vacío espiritual? ¿cómo no va ser un auge permanente la industria del bienestar si nos sentimos todos incompletos?
 
Necesitamos una nueva dieta, una que alimente de verdad, que nutra nuestro ser, que nos de la fuerza para el desafío diario de la vida. Es cierto que cada uno de nosotros es capaz de mucho, que podemos lograr nuevos desafíos, correr las barreras de lo que creemos posible. Es cierto que cuando nos enfocamos podemos cambiar la historia, que hay personas que marcan un antes y un después en la vida de muchos otros. Todo eso es verdad. Pero también es cierto que las preocupaciones y angustias de la vida no somos capaces de resolverlas totalmente solos, que si ponemos nuestro único foco en nosotros mismos nos perderemos de los demás, y sobre todo de buscar algo más grande que nuestra esencia y capacidades.
 
Alimentar nuestra espiritualidad no tiene que ver con un ritual de meditación, religioso en algún templo o de ejercicio físico. Tampoco es una mera reflexión filosófica. La espiritualidad se da en medio de una relación personal, pero entre tú y la fuerza creadora que está más allá ti mismo. ¿Cómo saber nuestro propósito si no sabemos de dónde venimos? ¿cómo plasmar nuestra misión si no entendemos para quién obramos?. Esas respuestas cuando vienen de nuestro ego y vanidad, nos ciegan, traen la fe hacia nosotros mismos y nos comenzamos a comer lentamente hasta que el vacío se hace mayor. Necesitamos a Dios, a una fuerza grande y poderosa que nos de sustento. No se equivoque con mi escrito. No necesitamos una religión ni un ritual, sino que necesitamos una relación con Dios. Una dieta nutritiva, porque nada nutre más que la fuente de agua viva, ni puede darnos más que quien es dueño de todo lo que se ha creado.
 
Quizás, no compartes mis palabras o tal vez sientes que esto es puro bla bla de los que quieren convertir gente. Yo te digo que ni uno ni lo otro. Por mucho tiempo trabajé para alimentar el ego, luego lo hice para buscar mi propósito pero me afané en mis logros, y haciendo conversado con miles de personas, y vivido una serie larga de experiencias personales, he palpado lo mala de esa dieta narcisa y hueca.
 
Camisetas con mensajes de auto-poder, charlas con mensajes de tú lo puedes todo, el éxito arriba de un auto de lujo, tazones con el signo peso para hacerte sentir “valiosa”. Estamos en un mundo perdido y, peor aún, que se pierde mientras jura a los cuatro vientos que hace lo correcto.
 
Que este lunes comience la nueva dieta, pero no la que se fija en el envoltorio, no aquella que te ayudará a verte más delgado y que el resto te diga “que bien te ves”. Sino que aquella dieta que llena, que sacia, que brinda tranquilidad, paz, claridad, sentido de misión, conexión con lo que tú no puedes controlar. Que sea una dieta que te sacie de una vez, que apague tu sed y acabe con tu hambre, dando fin a ese vacío que no has podido llenar con nada hasta ahora, por más que sigues buscando y probando fórmulas.
 
Te quiero invitar a una nueva dieta, una de verdad, una que realmente te ayude a lograr y mantener, y ese alimento no eres tú, ni es la persona que está a tu lado, ni las cosas que puedas lograr, ni los proyectos que logres emprender, ni el éxito social que consigas convocar. Esa dieta está en tu espiritualidad, que requiere conectarse con una fuente que realmente llene todo vacío.