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La vida es el fruto de nuestras decisiones

Algunas personas consideran que la vida es “lo que nos tocó”, algo así como un destino totalmente marcado por nuestro contexto y circunstancias. No niego que el medio en el cual uno vive y se desarrolla tiene un impacto en nosotros, solo creo que es mucho mayor la evidencia que podemos encontrar en la vida de millones de personas, que muestra que finalmente la vida es el fruto de nuestras decisiones. 

Muchas de estas decisiones son inconscientes, reaccionamos desde nuestras emociones y tomamos acciones que son verdaderamente irracionales, al menos desde la perspectiva de los resultados que nos brindan. 

Si no trabajamos en conocernos más y mejor, en aumentar nuestras capacidades que nos vuelven más autónomos y lúcidos para tomar mejores decisiones, entonces podremos estar construyendo frutos que realmente no queríamos. 

Pero ¿es que la vida es el fruto de nuestras decisiones solamente?, creo que para responder esa pregunta tenemos que entender que nuestras decisiones involucran una serie de procesos en nuestro interior, como lo son los pensamientos (y nuestro foco perceptual), nuestras emociones (y esa energía más básica que nos moviliza), y el comportamiento (las expresiones concretas de nuestras decisiones). Será finalmente lo que hagamos con estos tres elementos: pensamiento, emociones y comportamientos, lo que marcará los resultados que obtendremos en los más diversos aspectos de nuestra vida. 

Quizás debiéramos hacer el ejercicio de maduración y dejar de culpar tanto al resto, inventar chivos expiatorios, tener una visión minimalista del mundo y sus procesos o derechamente mirarnos al espejo y asumir que gran parte de nuestros aciertos y errores son fruto de las decisiones que tomamos, que seguramente en su momento nos parecieron ideas iluminadas, pero que con la perspectiva que otorga el tiempo nos permite evaluarlas con mayor justicia. 

Esta situación, creo, nos otorga un enorme marco de autonomía y capacidad, ya que si son nuestras decisiones las que marcan de forma relevante los frutos de nuestra vida, entonces es momento de tomar decisiones mejores, más meditadas, mejor asesoradas y abrirnos a aprender aquello que antes nos sabíamos, para esta vez acertar el tiro. 

Si hacemos esto, quizás podamos entonces sentarnos un instante y pensar: ¿Cuál será la próxima decisión importante que tomaré?

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Buscando culpables

Las naciones vienen en una creciente conquista de más y más derechos a lo largo del último siglo. Este avance es algo nunca antes visto tanto en su profundidad, velocidad como alcance de los nuevos derechos conquistados. Sin duda, al menos en cuanto a los derechos sociales, estamos mucho mejor que antes.

Claramente, estos progresos no son suficientes. La desigualdad es enorme entre quienes más ganan y quienes reciben menos, muchas ciudades y países completos han sido construidos como verdaderos ghetto. Aún a esta altura de la humanidad el hambre, el acceso al agua potable o a la electricidad son temas sin resolver para una parte de la población mundial.

Con esto quiero decir que me parece evidente que existen problemas aún pendientes por ser resueltos, sin embargo, una reacción que me sigue llamando la atención es la creciendo posición de miles de personas en buscar culpables. De seguro, las miles de personas que en estos días se han desplazado a la zona costera (en el caso de quienes salieron de Santiago hace la región de Valparaíso, en plena cuarentena por el COVD-19) tendrán una opinión crítica de la gestión de la crisis sanitaria llevada adelante por el gobierno y, muy probablemente, tienen también una mirada indulgente sobre propia irresponsabilidad en arriesgar su salud y la de otras personas en un acto tan inconsciente como innecesario.

Buscar culpables se ha vuelto una especie de deporte, una manera de utilizar el tiempo de ocio en lanzar frustraciones e incapacidades de auto-responsabilidad, para poder, de cierta forma, dormir un poco mejor por las noches, mientras se pasan los días rumeando sus propias incapacidades incomprendidas, queriendo depositarlas en los hombros de cualquier otro que se asome por ahí.

Pedir derechos a la vez que se endosan las consecuencias de los propios actos a cualquier otro es, en mi opinión, la muestra clara de una capacidad analítica pobre, destruida por la falta de formación, tanto instructiva como psico-emocinoal. Es la muestra clara de la falta de propia autonomía, incluso cognitiva, donde el pensamiento crítico es un concepto incomprendido y el hacerse cargo un eslogan exigible de la forma más irrespetuosa posible a terceras personas, pero rara vez aplicable al propio comportamiento.

Cada vez que alguien sale por ahí (principalmente en internet) buscando culpables, es importante que todos y cada uno de nosotros nos hagamos la pregunta, ¿y yo? ¿qué hago? ¿qué responsabilidad tengo? ¿de qué no me estoy haciendo cargo? ¿cómo puedo ayudar a cambiar la situación? ¿qué he aprendido de mis aciertos y errores?, y así la lista podría ser extensa y seguramente necesaria.

Por todo esto, antes de que salgamos en actos bárbaros e irracionales a buscar culpables, quizás debiéramos detenernos un poco y hacernos cargo de lo que sí nos compete, de lo que sí podemos colaborar, y dejar de mirar del balcón como si la sociedad entera nos debiera algo, y ponernos por un instante en el rol de quien puede tender la mano, mejorar un poco, aportar más, abrir la puerta, ser amable, construir para el bien común y ser un actor social más humano, responsable y constructivo para una mejor vida en sociedad.