Personalmente creo que todas las personas tenemos una pulsión, una energía interna, que nos empuja en la búsqueda de mayor autonomía personal y la obtención de esa libertad propia de la autorrealización como dijo en su pirámide de necesidades el conocido Maslow. Es cierto que esto no siempre lo experimentamos así, pues muchas personas aprenden desde su primera infancia a ser dependientes, a obtener otro tipo de “premios” al ceder su autonomía, como lo puede ser el hecho de mostrarse permeable a adoptar las ideas y estilo de vida de otras personas para recibir la aprobación y valoración de éstas.
Son muchas las formas de perder nuestra libertad de pensar, de actuar, de crear, de sentir, de decidir o relacionarnos. ¿Nacemos libres y vamos perdiendo autonomía o el camino es justamente lo contrario?, esta pregunta es para tenerla en largas conversaciones y filosofía, sin embargo, me parece que lo cierto y evidente es que en tanto ganemos algunas capacidades podremos ser más libres.
En esta libertad resulta crucial poder pensar de forma crítica, hacernos las preguntas respectivas que nos ayudan a dejar de creernos todo lo que recibimos, sobre todo en esta era digital repleta de información y de cosas que no son ciertas.
Sin embargo, el pensamiento no es el único frente donde damos este proceso de por ser personas realmente bien pensantes, sino que también la autonomía en nuestras decisiones y emociones, siendo capaces de darnos cuenta y de actuar consistentemente ante la manipulación, la coerción y otros procesos de los que caemos día a día, y no hablo de la relación con el “poder” y en la dimensión pública, sino que en las relaciones más cotidianas que tenemos y que muchas veces transamos de forma consciente o no, en post de las pequeñas cárceles de las que formamos parte.
Creo que siempre los seres humanos hemos necesitado lograr mayor autonomía, pero esta no vendrá dada por un servicio de “delivery” desde el exterior, ni por la tecnología, ni el Estado, ni el mercado, vendrá en primer lugar en el uso de nuestras actuales capacidades, por muy limitadas que estas sean, las que constituyen el instrumento inicial para abrirnos camino en un proceso de desarrollo personal continuo y probablemente sin fin.
La libertad no es gratis y el camino para conseguirla tampoco, quizás es ahí donde radica el gran desincentivo, en que queremos el pastel pero no comprar las cosas, gastar el tiempo, esforzarnos en hacerlo, es decir, lo queremos en una lógica de mercado con la lógica de lo instantáneo del mundo actual, cuando esto, parece ser, no funciona así. ¿Qué harás tú?