El hecho de pedir tiene un poder enorme. Ya sea que lo pienses desde las promesas hechas por Dios en la Biblia, o lo hagas desde enfoques como “El Secreto”, el poder decretar las cosas o la fuerza que tiene nuestra mente en la creación de nuestras realidades. Sin importar, lo que creas que hay detrás (o por sobre) este proceso, lo cierto es que pedir es un acto que encierra mucho poder.
¿Cuál es ese poder?, muy simple, el poder de que se cumpla lo que estás solicitando. Es por eso que he querido titular esta nueva reflexión como “Pide… pero piensa bien antes”, porque muchas veces somos realmente inconscientes de lo que estamos pidiendo, porque no hemos evaluado el impacto, la responsabilidad y las consecuencias totales que tiene el recibir lo que queremos.
En un momento histórico y social donde todo se ha vuelto pedir y pedir más derechos y beneficios, sin aumentar nuestras responsabilidades activas y hacernos cargo de los costos que tiene aquello que queremos en nuestra vida, también se nos ha dificultado más comprender el precio que tiene lo que queremos recibir, porque si algo es cierto, es que nada es gratis, y con esto no hablo de un costo económico o material, sino que en el más amplio de los sentidos, como el tiempo, la dedicación, las cosas que tendrás que dejar para poder recibir de buena forma aquello que quieres.
Esto es como las personas que desean dejar el lugar donde trabajan, y de pronto por cualquier razón se van o son desvinculados y reclaman por ello, cuando en realidad fue lo que pidieron. Recuerdo hace un par de años atrás tenía una camioneta y llevaba un par de meses pensando en cambiarla por otro tipo de vehículo con mayores comodidades. Un día, durante un paseo del trabajo, me robaron la camioneta. Obvio que no fue grato, pero fue una forma de obtener lo que quería. Así, con el dinero del seguro y aportando un poco más me compré el auto con las características que estaba pidiendo en mi mente.
Por esta razón debemos ser más conscientes cuando pedimos, porque puede se cumplan nuestros deseos. Muchas veces pedimos cambiar nuestras relaciones, cambiar de amigos o pareja, cambiarnos de trabajo, recibir más dinero, tener oportunidades de viajar por el mundo, conocer gente nueva, etc, etc, etc, y todo ello viene caminando por la puerta o se cuela por la ventana. Algunas veces ocurre de la forma que no quisiéramos, pero es que tampoco hemos sido muy claros o proactivos al hacer nuestros pedidos. Esto es igual que el genio de la lámpara, si no somos concretos en nuestros deseos, podríamos terminar recibiendo justo lo que no queríamos.
La buena noticia es que “pide y se te dará”, y la segunda buena noticia es que cuando se te de tienes la oportunidad no solo de agradecer, de compartir y de impactar en la vida de quienes te rodean, sino que también de prepararte y crecer como persona para estar a la altura de aquello que has pedido. No será siempre sencillo, va a requerir que te esfuerces y seas valiente, pero si aquello que has pedido realmente se ha anidado en tu corazón no me cabe duda que lo recibirás. Procura no quejarte tanto una vez que lo tengas entre tus manos, porque no será gratis, pero si tus deseos se inspiran en principios correctos y bondadosos, seguro será para edificar más tu vida.
Así que ya sabes, pide… pero piensa bien antes.