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¿Liderazgo a distancia o distanciar al líder?

Una de las cosas que más me gusta de mi trabajo con personas en equipos y organizaciones de las más diversas, es la posibilidad de poder aprender de su diversidad de miradas, culturas, industrias y estilos de conducción. El liderazgo, que a ratos se vuelve moda en mucha organizaciones, como si fuese realmente necesario que todas las personas tengan ese “toque mágico” para mostrar el camino, motivar a la gente, comunicar con efectividad o generar los resultados, es una definición, no solo profundamente difusa (motivo que da pie a tantas perspectivas teóricas sobre el concepto), sino que además es una definición líquida, que logra moldearse a los contextos más dinámicos y cambiantes.

Hoy los líderes se ven enfrentados, nuevamente, a un desafío al cual hacer frente de la mejor forma posible, a saber, liderar a distancia en un contexto de teletrabajo, empresas cerradas por cuarentenas y tantas otras cosas. Este nuevo contexto no solo cambia nuestro entorno diario de trabajo, sino que tiene diversas aristas que impactan en el bienestar de las personas, su productividad, capacidad de auto-organización, sistemas de horarios y control, etc. El cambio es enorme.

En ese contexto, es que me surge la interrogante, siempre con el propósito de que podamos avanzar en nuestro propósito (cualquiera este sea) de lograr aquellos resultados que tendrán un impacto positivo en cada uno y en el colectivo. ¿Es el momento de liderar a distancia o de distanciar al líder?.


Aquellos líderes controlares y autocráticos están viviendo la peor de sus pesadillas. Han visto restringidos los contextos y pretextos para estar encima de sus colaboradores, ordenar cada detalle, corregir lo nimio, minimizar las capacidades ajenas, nombrar culpables y erigirse como sabedores y salvadores de cada situación, muchas veces creada por ellos mismos. Esos líderes hoy se encuentran desesperados, creando contextos remotos para controlar los horarios de conexión, enviando correos absurdos para solicitar reportes que luego no usarán para hacer ninguna gestión de valor, entre tantas otras acciones sustentadas en sus incapacidades más que en sus necesidades organizacionales.


También hay otros líderes que se están adaptando e incluso “disfrutando” el hecho de que cada uno tenga que hacerse cargo de su trabajo de forma remota, de solicitar lo justo y necesario, de comunicar lo que se requiere y no llenarse de reuniones muchas veces inútiles (que en versión presencial también ocurren con mucha frecuencia). Hay líderes que han contenido a sus equipos, brindado apoyo y soporte, tanto emocional como táctico para que las cosas sigan andando lo mejor posible.


Mientras en un extremo se encuentran lo que presionan por imitar resultados pasados, en la esquina opuesta son aquellos que han comprendido que es momento de olvidarse de la planificación estratégica de hace algunos meses, y repensarlo todo.


Hoy es el momento en que no solo apliquemos liderazgo a distancia, y también la distancia del líder ¿en qué sentido? necesitamos estar cerca para proveer seguridad en aquello que se puede, pero lejos en el día a día de la tarea, dar más espacios y autonomía. No es necesario que todo pase por quien lidera, de saberlo todo al detalle, ni tener reportes diarios ni controlar los horarios o aquellas cosas que resultan, además, inútiles en el teletrabajo.


Llegó el momento de empoderar, dejar hacer, solicitar lo que se requiere saber para mejorar, proveer soporte y velocidad para resolver. Alejarse, no es desaparecer, sino que es no molestar para que cada uno pueda hacer el día a día de la mejor forma posible y lograr los objetivos, no los tiempos. Establece la meta pero no el camino. Pon las reglas pero no controles cada jugada.


Liderar a distancia se volverá el arte de conducir distanciando al líder, para que pueda estar en lo que realmente agrega valor y deje de pensar, desconfiar, controlar o simplemente hacer tonterías en nombre del bien común o por el simple uso de su posición.

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