Mucho se habla del liderazgo, tanto en las organizaciones, la vida personal, el contexto político, etc. Si fuéramos a una librería y pidiéramos ver lo que tienen en esta temática veríamos que la cantidad de publicaciones es enorme y además sigue creciendo cada año. Pareciera ser que el liderazgo es de esos temas que nos convoca, ya sea porque entendemos que es necesario para la vida, o bien porque sentimos que falta mucho en las personas. Independiente la razón este término tan utilizado suele llevarnos a pensar en ciertos modelos que quizás no son realmente el liderazgo que necesitamos.
Una de las cosas que me llama la atención en el trabajo que realizo como coach y formador de personas, es la constante búsqueda de desarrollar habilidades de liderazgo, de aquellas que permiten a las personas conducir mejor a los demás. Usualmente el liderazgo ha estado puesto hacia fuera, en el impacto que se tiene sobre otros, la capacidad de persuadir, de guiar, inspirar y motivar a ciertos comportamientos esperados.
Es cierto que, al menos en el mundo del trabajo, los jefes sobran y los líderes son escasos. Sin embargo, me parece que también es cierto que tanto los unos como los otros, están enfocados más hacia afuera que hacia dentro. ¿Cómo puedo liderar a los otros si no he logrado liderarme a mí mismo? ¿de qué manera puedo inspirar si lo que hago no me inspira? ¿cómo puedo solicitar claridad y liderazgo, si no he sido capaz ni de controlar mis más básicos impulsos?. Desde hace algunos años que se viene hablando (y estudiando) sobre la relación y necesidad de que los líderes puedan cultivarse internamente, y todo esto porque se entiende que un mejor líder es, en primera instancia, una mejor persona.
Pero cuando digo “una mejor persona” ¿a qué me refiero?, a una persona más integra, coherente internamente, capaz de gestionar sus impulsos y emociones para ponerlas al servicio de un propósito (ojo, no de un resultado, sino que de un propósito), contagiando sentido, una mirada clara sobre un horizonte al que los demás también se quieren unir.
Es por eso que si quieres ser un mejor líder, si buscas formar a los líderes de tu organización, o simplemente deseas lograr esas cualidades que quizás te interesaría incorporar en tu vida, ten presente que lo primero es liderar nuestro interior, y eso quiere decir que debemos comenzar por conocernos, aceptarnos, mejorar continuamente, ser más coherentes en nuestra vida, más íntegros en nuestro actuar. Ser líderes reales significa crecer, evolucionar y no a ojos de otros, sino que en primera instancia en la evaluación íntima y profunda de nuestro ser interior. Si ese es el camino necesario, ojalá todos trabajáramos para ser reales líderes.