Las personas tenemos muchas formas de enfrentar las experiencias que nos ocurren en el día a día. Desde pequeños vamos aprendiendo las maneras de relacionarnos con los demás, con nosotros mismos y también con lo que está más allá, ya sea más adentro de nosotros o más hacia las alturas. Esta forma que tenemos de vincularnos nos va dejando un traje personal, un estilo con el que comenzamos a leer el código de la matrix, y entre tantas claves, finalmente uno ve lo que se ha entrenado a mirar.
Podríamos tomar un millón de ejemplos y analogías, sin embargo, luego de una conversación el día de ayer, y pensando mientras conducía a mi oficina, se me vino la imagen de aquellas personas que viven como víctimas de toda situación, que insisten en señalar que nada depende de ellos, que han sido siempre las circunstancias del contexto lo ha generado los resultados que obtienen. Si les va bien es suerte, si les va mal es el destino o son los demás. Cuando hay que tomar decisiones y actuar no se hacen cargo, no toman partido ni para aquellas cosas que más les debería importar, y buscan endosar permanentemente la responsabilidad en quienes les rodea. Pareciera ser que no existen, porque no generan ninguna consecuencia en los resultados que obtienen, son simplemente víctimas. Las explicaciones abundan, las excusas las podrían vender por kilos, pero las acciones, las decisiones, la auto-responsabilidad no son parte de su repertorio interno.
Lo interesante, es que muchas veces “la víctima” vive en la misma calle que “el héroe”. Este personaje también tiene sus problemas, las cosas tampoco marchan como quisiera pero siente que tiene el deber moral de hacer cosas por los demás, de incluso posponer sus necesidades con tal de dar una mano al necesitado. Busca ser compasivo y activo en encontrar soluciones, haciéndose cargo muchas veces de aquello que no le corresponde bajo su lema personal de “ayudar a los demás”. Su ayuda es resolutiva no de crecimiento, es decir, va y hace lo que la víctima debería haber hecho, no le enseña, no lo empuja, no lo cuestiona a hacerse cargo, sino que le justifica y le ayuda a quedarse tal cual está. Finalmente, si la víctima no viviera en el mismo barrio, el héroe no tendría trabajo, su rol de “bueno”, “resolutivo” y “compasivo” pasaría a segundo plano y eso dañaría lo que piensa de si mismo. Sería un héroe jubilado y a estos personajes les gusta ponerse la capa y salir al primer llamado de auxilio.
En esta calle hay de todo, pero estos dos se hacen notar. La víctima está siempre contando sus miserias, llora a viva voz, se lamente a cada instante, suele no encontrar razones sostenibles para sentirse bien y lo hace sentir. Se le ve cuando camina por la calle, cuando usa la luz tenue en su casa, cuando carga pocas cosas de regreso del mercado porque no sabe si mañana estará vivo. Por su parte, el héroe no lo hace nada mal, también hace sentir su posición, su capacidad superior de ser quien entrega y se entrega por los demás. Muchas veces disfrazado de un traje de falsa modestia camina por ahí dejando entre ver algún símbolo de su traje, algún color distintivo, quizás una frase que hace notar que sabe más que los demás, que está en un lugar diferente, que tiene algo que tú no tienes y que si pides ayuda de la forma correcta él puede venir a tu rescate.
Sin embargo, hay alguien que vive entre las casas de ambos, que pareciera no existir entre tanta estridencia de estos dos personajes. Nadie sabe bien su nombre, así que le llaman “el vecino”. Ayuda si puede, pide ayuda si verdaderamente lo requiere. Hace sus cosas, así que siempre se le ve ir y venir para cumplir con sus compromisos, para obtener los resultados que busca, para que su familia esté bien y las cosas anden lo mejor que pueda. Claro que tiene problemas, por cierto que se siente inseguro y desconcertado muchas veces, pero sentarse a dar lástima no va con él, y andar salvando a todos le parece poco responsable. “Uno puede ayudar, pero cada uno debe hacerse responsable de lo propio” suele decir cuando le preguntan sobre los vecinos.
Este personaje justo vive entre los dos estridentes y transmite esa misma mesura. Entiende que la vida tiene de todo, que es bueno ser generoso, y que es fundamental hacerse cargo. Que se esfuerza por lo que quiere y no culpa al resto, y que da lo mejor de sí mismo aunque algunas veces eso no sea suficiente o simplemente las cosas no se den.
Todos nosotros hemos tomado alguna de estas posiciones en nuestra vida, quizás vivimos en la casa a alguno de estos tres. Quizás hemos estado jugando el papel de víctima, o queremos ser el héroe que todo lo puede y todo lo salva, o quizás estamos en una vida más centrada buscando el equilibrio en nuestros días.
Sin importar donde te encuentres, cada cosa tiene un precio y también conlleva algún beneficio. Si no eres consciente a tiempo puede que elijas la casa equivocada y te quedes a vivir en el lugar donde realmente no quisieras estar.
¿Has pensado cuál quieres ser?