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La primera clave para lograr tus metas

Son muchas las recomendaciones que podemos aprender y encontrar sobre fórmulas de “éxito”. Para mí, esto ha ido cambiando con los años, y seguramente seguirá teniendo modificaciones en la medida que sigo acumulando experiencias. En este momento el éxito lo traduzco en la capacidad de hacer aquello que llena de pasión y satisfacción la vida, contribuyendo a los demás y disfrutando con las personas que uno ama.

Ahora bien, para lograr la meta que uno tenga, sin importar el área de la vida en que ésta se encuentre, es fundamental comenzar por tener claridad sobre lo que se desea. No será muy viable llegar a un destino que nunca hemos realmente trazado, por lo que establecer los objetivos suele ser el primer paso en ese camino (digo “suele” porque partir por conocernos pudiera ser una excelente forma de reconocer lo que es realmente importante para cada persona lograr en su vida).


En la experiencia que he ido ganando en esta última década dedicado profesionalmente al acompañamiento de personas, una de las cosas que he encontrado una y otra vez, es un factor común en aquellas personas que logran lo que realmente les resulta importante. Este “secreto” que resulta tan evidente y esencial, muchas veces lo olvidamos por nuestras creencias limitantes, comentarios de quienes nos rodean, conflictos emocionales inconscientes o simplemente porque parece ser tan “obvio” que le restamos todo valor y lo dejamos fuera de las estrategias que comenzamos a planificar en nuestra mente una tras otra.


El asunto es así: “solo se logra aquello que te lanzas a hacer”… y tú dirás “pfff, Isaías, dime algo que no sepa”… bueno, el asunto es así, no es posible llegar a un resultado para el cual no hemos construido las causas necesarias, es decir, donde no estamos haciendo las acciones que traerán dicho resultado, sin embargo, la mayoría de las veces estamos esperando el momento perfecto, nos convencemos que primero debemos hacer tal o cual cosa, obtener tal o cual otra, y llenamos nuestra cabeza de explicaciones (que son solo excusas) que explican el hecho de no hacer lo que es necesario, es decir, de dejar para un momento indefinido la siembra que traerá la cosecha que decimos querer.


En cualquier campo de acción nunca sabrás “demasiado”, ni estamos realmente preparados para los desafíos que no hemos enfrentado antes. Al menos que quieras lo mismo que ya tienes, entonces tienes que simplemente lanzarte. ¿Cómo aprendiste a hablar?… hablando, lo mismo fue con cada desafío. Fue al hacer lo que era necesario que fuimos aprendiendo, mejorando y avanzando hasta lograr los objetivos que teníamos en mente.


Así que ya lo sabes, en vez de estar buscando explicaciones penosas, culpando al resto, el contexto, las condiciones, las habilidades, oportunidades, condiciones genéticas o cualquier otra “condicionante” que estés poniendo frente a ti, lo único que tienes que hacer para lograr lo que quieres es lanzarte por ello. Como me dijo una vez un cliente de coaching “nadie sale de aquello que no se mete”, y esa frase, que nunca olvidé, vuelve a colación hoy para no olvidar que estamos a una decisión (y acción) de lograr lo que queremos, solo tenemos que comenzar a hacerlo ahora.

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