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La importancia de la gestión emocional en las organizaciones

Sin importar el tipo de organización y la cantidad de tecnología con que cuente, son las personas quienes hacen que las cosas ocurran, quienes toman decisiones, crean y construyen el futuro (con aciertos y errores). Dada esta naturaleza propia de las organizaciones humanas, es que siempre acabamos por llegar a las cualidades inherentes de cada individuo, y qué más nuestro que las emociones.

 

No bastante con pensar en la gestión de personas desde una perspectiva administrativa, tal como fue por décadas. Cada vez con más fuerza se comprende la importancia de factores como el desarrollo de competencias, el bienestar personal, la motivación, el compromiso y, durante los últimos años, se ha hecho cada vez más patente la relevancia que tienen las emociones de las personas en su salud, efectividad y capacidad de logros.

 

Tanto nos hemos jactado que somos una especie “racional” y si bien contamos con esa capacidad cerebral, lo cierto es que tomamos decisiones y nos comportamos empujados por nuestras emociones. ¿Cuántas veces has reaccionado por una emoción del momento y luego te has arrepentido de lo que dijiste o hiciste? Esto es algo que a todas las personas nos ha ocurrido y que muestra cómo la emoción conduce la acción y, por lo tanto, también nuestros resultados.

 

Dado lo anterior, se vuelve crucial pensar las nuevas formas en que las organizaciones se involucrarán en los procesos de gestión de las emociones. Hace algún tiempo comenzó a hablarse con fuerza sobre la felicidad organizacional, como una forma de acercarse a la idea de promover entornos que contribuyan al bienestar emocional de las personas, donde ya no solo importa el trabajo y la productividad, sino también el cuidado de los colaboradores en tanto personas.

 

Este desafío es enorme, dado que el mundo emocional es multifactorial. No solo cada persona experiencia emociones diferentes, sino que también se ve expuestos a entornos distintos de vida, condiciones, historia personal, capacidades cognitivas y emocionales, hábitos, etc. Son muchos los factores que facilitan que uno tenga mayor o menor bienestar emocional, por lo que las organizaciones no pueden, a mi juicio, buscar hacerse cargo de manera íntegra algo que acaba siendo un desafío personal e incluso íntimo de cada ser humano.

 

No obstante, hay cosas que sí se pueden hacer, desde promover un buen clima laboral, un sistema donde las personas se sientan valoradas y reconocidas por quienes son y los aportes que realizan al conjunto de la organización, promover los hábitos alimenticios, de ejercicio físico, de vida familiar y social, así como de descanso y esparcimiento, de manera de incentivar a que las personas tengan una vida más equilibrada donde su bienestar sostenible (no hedonista) pueda estar en el centro, trayendo también beneficios en disminución de licencias médicas, mayores niveles de productividad y aumento del compromiso organizacional, por mencionar algunos beneficios que pueden tener las instituciones que se comprometan con esta nueva forma.

 

La gestión de personas será cada vez más centrada en la experiencia del colaborador, por ende, en sus emociones en el trabajo y los entornos que le involucran, que centrada en temas administrativos o higiénicos, como las remuneraciones o entorno físico de trabajo. Lo que requerirá de empresas que entiendan los estados y contextos en que interactúan sus colaboradores y traerá el desafío de entrar en la gestión de elementos altamente subjetivos, individuales o cambiante, como son el mundo emocional de cada persona.

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