Las metodologías ágiles han tenido un incremento exponencial durante la última década, saliendo de los escritorios donde los ingenieros programan softwares, para instalarse hoy en la centralidad de la forma en que las organizaciones, de todo tipo, buscan generar procesos optimizados, que incorporen la mejora continua, releven el impacto en el usuario y ayuden de forma activa a disminuir costo y mejorar la rentabilidad de las acciones que se ejecutan.
Esta mirada se ha ido tomando el ambiente de la gestión empresarial, las áreas de recursos humanos, así como también la promoción de una cultura ágil, la que además, puesta en el contexto actual, parece hacer cada vez más sentido y responder de mejor forma a la necesidad de ser cada vez más eficientes, efectivos y veloces para responder a las crecientes y diversas necesidades que brotan día a día en los más diversos contextos e industrias.
Es en este contexto de la agilidad y sus métodos de trabajo puestos en las organizaciones, en que me surge pensar en la relevancia de tomar estos mismos principios de acción usados para ser mejores en la generación de resultados productivos, pero ahora con la finalidad de aplicarnos a nosotros mismos en lo personal, más que mal somos un sistema al igual que cualquier institución o equipo de trabajo, por lo que tal vez debiéramos pensar en plasmar estos principios en una especie de “modelo de agilidad personal”, que esté ligado a plasmar en estrategias y herramientas concretas los mismos fundamentos de estos métodos, pero esta vez enfocados en construir excelencia personal, hábitos individuales que nos ayuden a conseguir nuestras metas de forma más efectiva y eficaz, avanzando de esa forma en aquel anhelado contexto en que podemos conseguir nuestros proyectos, optimizando cada uno de nuestros recursos personales, generando impacto positivo en nuestro entorno y logrando, a la vez, desarrollarnos en un bucle de mejora continua para disfrutar la vida de una forma que tal vez no conoceremos, al menos en lo personal, cada uno de nosotros.
Compartiendo estas ideas con otras personas, en su mayoría colegas psicólogos/as he percibido dos reacciones usuales. Por una lado, un grupo de personas que les parece una idea interesante, desafiante y que podría tener resultados muy prometedores en sus propias vidas, incluso antes de pensarlo en los demás (que es la idea central de esta reflexión. Partir “por casa”). En el otro lado he encontrado la posición de que, si bien podría ser interesante, nosotros no somos iguales a organizaciones que buscan maximizarse constantemente, mejorar la relación costo-beneficio y ponerse, además de forma interna, en una carrera de perfeccionamiento que puede llenar nuestra vida de presión, estrés y un agotamiento sobrexigido por la idea de mejorar a cada día.
Independiente con cual de estas dos miradas tú te puedas sentir identificado/a, me parece interesante comprender que en un mundo donde sabemos que los cambios seguirán ocurriendo una y otra vez en diferentes esferas que impactan nuestro cotidiano y el mundo en que habitamos, lo que no está garantizado es que cada uno de nosotros logre progresar en su evolución personal y la conquista de las metas que se ha planteado. Dicho de otra forma, quizás no debamos ocuparnos tanto en “cambiar” ya que el cambio es un atributo de la vida y ocurrirá nos guste o no, sino que tal vez debiéramos enfocarnos en progresar en las diferentes dimensiones que nos constituyen como individuo, es decir, a nivel intelectual, emocional, fisiológico, energético y espiritual.
Si esto último fuera el camino que se desea seguir entonces contar con un método que nos ayude a darle cierta guía a dicho proceso continuo me parece que podría ser de gran utilidad.
Ahora bien, más allá de cómo es el camino o cuál se desea elegir, sabemos que la agilidad como método de trabajo orientado a esos resultados externos y más productivos, está funcionando con buenos resultados en diversos contextos, lo que hace razonable pensar en aplicar la misma lógica ahora a un sistema más pequeño (nosotros mismos,), pero con muchísimo más impacto en la experiencia subjetiva y también objetivable de cada uno de nosotros. ¿Qué opinas tú?