Esta mañana, en mi día 14 de cuarentena voluntaria, pensaba cómo en tan pocos días tantas cosas se han desencadenado una tras otra, todo el afán de combatir efectivamente esta pandemia del coronavirus y poder, dentro de lo posible, hacer que la vida siga sin tener que paralizar absolutamente todo lo que hacíamos hace tan solo algunas semanas.
Hemos visto cómo los sistemas de video-confeferencias y las herramientas que facilitan el trabajo remoto han crecido de forma exponencial en un par de semanas en todo el mundo. Las redes sociales están plagadas de transmisiones compartiendo todo tipo de contenidos, muchos de ellos referentes a cómo poder adaptarnos a nuestra nueva vida.
En tiempo récord vemos que, en el caso de Chile, el Registro Civil dispone una plataforma web y móvil para hacer trámites que hasta hace días había que hacer tan solo en sus oficinas, en un horario profundamente incompatible con el trabajo y otras actividades. El Ministerio de Educación ha habilitado y nutrido un portal con material pedagógico con el objetivo de que los niños pierdan el menor contenido posible en sus planes de estudio.
Más allá de comentarios tecnológicos o de si esto es la mejor forma de implementar las cosas (no estoy dispuesto a criticar en momentos de crisis), me queda una reflexión que quiero compartir en este post…
El problema nunca ha sido ni de presupuesto ni de tecnología, nuestra brecha ha sido constantemente de paradigma mental, disposición y compromiso de llevar adelante los cambios. Todo esto que se ha activado ahora de forma remota lo podríamos haber tenido antes, pero en este contexto se volvió urgente y por eso las capacidades (que ya teníamos como sociedad o Estado) se han puesto a crear nuevas formas de hacer las cosas más simples y desde cualquier lugar.
Entonces, ¿por qué no pensar en una real modernización del Estado, donde podamos hacer casi la totalidad (o derechamente todos) los trámites de forma remota? ¿cuánto dinero, infraestructura, personal, etc, nos podemos ahorrar de los recursos de todos los ciudadanos?, cuando la educación se ha vuelto un negocio enorme, con instituciones que claramente cobran valores irreales, tanto para lo que entregan como para la realidad económica de nuestro país (y de América Latina en general), y en poco tiempo se disponibiliza un portal Ministerial, ¿entonces no es posible seguir avanzando en un robusto sistema de formación flexible disponible para todas las familias, colegios, universidades, institutos, etc? ¿esto no podría ayudarnos a mejorar la educación y gastar menos recursos, potenciando nuevas formas de enseñar y de aprender? (nuevas para el sistema, porque el mundo ya cambió en esto durante las últimas dos décadas.
Todo esto me parece una excelente noticia. Es decir, nunca fue tema de dinero, ni de capacidad, ni mucho menos de tecnología disponible, sino que es un tema de mentalidad, compromiso y disposición. Si usamos esta pandemia como oportunidad muchas cosas podremos aprender, dentro de ellas que tanto el sector público como privado puede innovar, ser más accesible, cercano, fácil, barato, y un largo etcétera.
Espero que estos pasos, en respuesta a una crisis, sea el primer paso en lo que termine siendo un mejor lugar para vivir y trabajar, donde comprendamos que el mundo ha cambiado y que debemos cambiar también nosotros y ojalá lo hagan nuestras autoridades, que bastante bien le haría a ellos/as y al país.