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Entre el dicho y el hecho…

En la era de la información, las redes sociales y mediatización de la vida, nos encontramos cada vez más expuestos a un sinfín de información, mucha de la cual son meramente datos, poco o mal articulados, sobre los cuales construimos nuestras opiniones, creencias y posteriores acciones, sin conocer la fuente, su veracidad y tampoco contrastar si aquello que se dice tiene un correlato en lo que verdaderamente ocurre.


Esta situación me hace recordar esta frase tan conocida que señala que “del dicho al hecho hay mucho trecho”, y me parece que esto (que siempre ha sido así seguramente) hoy cuenta con una variable adicional, ligada a la hiper exposición propia de las redes sociales, el cambio en los límites de la vida privada y esta compulsiva necesidad de visualización y aprobación digital (ya sea con fines personales, comerciales o ambas).

La nueva forma de vivir y comunicarnos deja, cada vez más expuesta, la situación de congruencia interna de cada uno de nosotros, y dudo mucho que alguien se salve de esta cuestión. La coherencia e integridad personal sea, tal vez, uno de los desafíos de desarrollo personal que nos acompaña en el día a día de nuestras vidas, dejando constantemente espacios que pueden ser mejorados.


Dada esta situación tan humana como evidente, debemos ser más cuidadosos con lo que vemos, decimos y creemos sobre nosotros mismos y sobre los demás. Dejemos de regalar tanto adjetivo (para bien o para mal) cuando en realidad no tenemos idea de las otras personas, con suerte vemos una parte bien limitada y repleta de “filtros”, que releva aquello que quieren mostrarle al mundo, pero que dista muchísimo de la complejidad humana y lo que realmente hay.


¿Cuánta gente dice tener la fórmula del éxito pero no ha logrado sus propias metas? ¿cuántos otros nos quieren ayudar a sanar, mientras andan “desangrados” por su propia vida? ¿cuánto afán les vino a quienes dicen que hay que “brillar” como si esto fuera un concurso de reflectores o estrellas? “vanidad de vanidades, todo es vanidad” diría el rey Salomón.


Entre lo declarado y que realmente hay tras el slogan y la fotito se esconde en muchos casos un abismo, pero cuidado, no me refiero solo a cómo cada uno de nosotros puede emitir un juicio de los demás, sino también sobre nosotros mismos, dejando de ver lo que sí hay o aquello de lo que hasta ahora carecemos, aunque nos encante aparentar algo diferente o que el resto nos diga cosas lindas, al tiempo que guardamos con el pie nuestra basura bajo la alfombra.


Antes de tomar postura sobre alguien o algo, antes de defender posturas o personas, antes de todo ello, quizás sea bueno revisar cómo estamos nosotros mismos con el espacio que existe entre nuestros dichos y nuestros hechos, para así poder avanzar en coherencia, integridad y mejora personal.

Conversemos

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