Los años 2000 fueron una gran época de expansión del coaching a nivel global. Se puso de moda en las organizaciones, las consultoras cada vez recibían más solicitudes de coaching para sus equipos y las escuelas que formaban a profesionales en esta metodología se expandieron de gran manera, con los problemas de toda expansión no orgánica, es decir, con variedad de calidades y diversidad de estándares de trabajo.
Han pasado 20 años de ese gran estallido del coaching y hoy la situación es diferente, y al igual que en muchas otras áreas profesionales, la pandemia también ha tomado un rol en esta transformación actual.
Los últimos dos años generó, a nivel global, que muchas escuelas de coaching no aguantaran las cuarentenas y simplemente quebraron, teniendo que dejar de operar. Por otra parte, muchas personas sin trabajo se lanzaron al mercado digital a ofrecer cursos, asesorías y también coaching, siendo un “boom” de los “influencers”, quedando la idea ilusoria que estos servicios requieren de hacer lives, subir frases motivacionales e inflar el ego personal, como si eso estuviera en directa relación con poder desarrollar una real profesión o un modelo de negocio sostenible y escalable.
Como coach hace ya casi 14 años, dueño de una escuela de formación con presencia en 14 países, como es Smart Coach, con la que llevamos casi 10 años de existencia, y autor del modelo de coaching integrativo, he visto mucho en este pequeño mundo del coaching (y seguro tengo mucho más por seguir viendo), y tengo una mirada tal vez diferente a muchos otros que hablan en la internet.
El futuro del coaching no es realmente digital. Tal como lo lees. Me dedico a educación y tecnología para empresas y universidades, siendo un enamorado de la potencialidad tecnológica, pero no creo que el futuro del coaching sea realmente digital. Más bien, serán experiencias híbridas donde la calidad digital debe superar al zoom. Pero claro, los coaches normalmente no saben ni de tecnología, ni mucho de tendencia para que seamos honestos.
Esta ilusión del ego, las credenciales y logos, las fotos bien posadas y con muchos filtros o las frases que quieren aparentar sabiduría, son para aquellos que están dando manotazos de ahogados, porque quienes realmente están haciendo grandes cosas, potenciando su carrera y apoyando a decenas, cientos e incluso miles de personas, está ocurriendo en silencio, tras bambalinas.
Entonces, ¿para dónde avanzará esto?, obviamente no tengo una bola de cristal para saberlo con certeza, y solo pretendo compartir una mirada de esto para los colegas que con pasión y dedicación quieren dedicarse a una disciplina hermosa de acompañar personas en su transformación y el logro de objetivos que mejoran la vida y transforman las cosas.
Personalmente, considero que el mundo de la formación de coaching va a agruparse en dos categorías, los programas 100% en línea, donde la diferencia será marca de la institución y precio de la formación, por lo tanto, sus precios seguirán a la baja y la calidad, en su mayoría también lo hará. Y aquellas formaciones que brinden experiencias inmersivas, tanto virtuales como reales, es decir, aquellas que logren construir verdaderos laboratorios en metaverso para las formaciones y los que permitan volver a encontrarse cara a cara, en experiencias de lujo, donde combinar formación y viajes por el mundo, relacionamiento multicultural y experiencia cara a cara será el gran sello en experiencias de aprendizaje imborrables.
En el caso de los profesionales del coaching, tendremos, a mi parecer, tres grandes grupos. Aquellos que luchan por ganar “likes” y “seguidores” como una medida de su éxito, siendo verdaderamente irrelevantes y solo referentes para quienes tengan mayores problemas de autoestima que el propio coach, los que no podrán desarrollar carreras sostenibles.
Un segundo grupo especialista en los ejes de verdadera demanda en las empresas o instituciones, apoyando temas como transformación cultural, inclusión y diversidad, adaptabilidad e innovación, aportando valor directo a los KPI de las instituciones, y un tercer grupo, que pondrá sus conocimientos al servicio de modelos, sistemas tecnológicos o diseño de experiencias, dejando el “uno a uno” para pensar cómo llevar lo aprendido de lo humano a sistemas que apoyen masivamente los desafíos de adaptación actuales.
Así, volveremos a ver lo de siempre. La elitización de las experiencias de alto impacto y transformación real, y la banalización de aquellos que se pelean en un entorno de migajas y apariencias fútiles. ¿Dónde quieres estar tú?