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El camino para encontrar paz

Durante años he vivido diferentes situaciones que, a pesar de mi corta edad, me han permitido experimentar vivencias que otras personas nunca han llegado a sentir. Esto es un gran privilegio, porque es una manera de forjar el carácter, la inteligencia e incluso la visión para poder tomar la vida desde una manera más calibrada y con mayor sentido, aunque eso en ningún caso nos hace inmunes a los errores y las faltas.
 
Es como fruto de ese camino recorrido que he llegado a la convicción de que la felicidad es más un “deber” del marketing social que una real necesidad de lo humano, y con esto no digo que tengamos que estar triste, sino que más que sentirnos felices las personas necesitamos y anhelos sentir paz.
 
Muchas veces como fruto de ese dese deseo hedonista del placer pensamos en la alegría y la felicidad como estados de bienestar que nos gustaría que perdurarán el mayor tiempo posible en nuestras vidas, y lo queremos con justa razón. Sin embargo, ya luego de varios años de vida nos damos cuenta que esa felicidad es más momentánea que estable, y que si bien podemos construir una frecuencia mayor de momentos felices que de momentos ingratos, de manera de lograr un saldo a nuestro favor, incluso así esa felicidad pareciera que se nos escapa de las manos, pero ¿qué pasaría si encontramos paz?
 
La paz no es quietud, sino que es calma, es lograr estar centrados en nosotros y desde ahí conectarnos con la fuente divina y espiritual. La paz es la que aquieta nuestras emociones, la que disminuye nuestros vaivenes, la que sin tener el poder de llevarnos a otra dimensión, sí nos permite evolucionar a un nivel de consciencia diferente. Sin embargo, la gran pregunta es ¿cómo conseguir esa paz?. La verdad que no me atrevo a dar una respuesta o receta en particular, pero sí a compartir aquello que en mi experiencia personal me ha mostrado que ayuda en este camino.
 
En primer lugar el perdón da mucha paz, y cuando hablo del perdón no solo me refiero a perdonar a las personas que nos han hecho algún tipo de daño o han calado negativamente en nuestra historia personal, sino que también me refiero al perdón interior, a ese que nos ayuda a aceptarnos, hacernos cargo de lo que somos y lo que no; el perdón que muchas veces necesitamos para poder mirar aquellas partes que nos avergüenzan o nos hacen sentir en falta con nosotros y con otras personas.
 
El perdón es un camino necesario, que requiere reconocimiento, aceptación y luego perdón para poder sanar y obtener mayor paz. No es llegar y decir “te perdono”, ojalá fuera tan sencillo, sino que es todo un proceso. Poder reconocer lo que no nos gusta, los errores nuestros y del resto, las faltas cometidas es el primer paso. Una vez que lo hayamos reconocido es posible aceptarlo y dejar de luchar con esa parte de nosotros que nos incomoda. Ese proceso se vuelve muchas veces uno de los más complejos, ya que involucra poder integrar aquello que verdaderamente incomoda.
 
Finalmente, entregar el perdón es lo que permite que se libere el hechizo, permitiendo que el peso se desvanezca, la carga quede atrás y podamos llegar a la noche con paz, podamos despertar sin las angustias o desgastes de la culpa o el dolor, y así poder tener la vida que realmente queremos.
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