A lo largo de mi vida he tenido innumerables cambios, desde cambios de casa, cambios de círculos sociales, cambios de hobbies, cambios de desafíos, cambios de parejas, cambios de actitudes, también he cambiado mis objetivos personales y mis anhelos espirituales, los cambios han sido un compañero permanente en una vida agitada y repleta de pruebas que no siempre han sido cómodas o gratas, pero que de una forma o de otra, han contribuido constantemente a ser mejor, a crecer y poder pulir aquellos dones dados por Dios y que no siempre uno los usa o explora de la forma correcta.
Que duda cabe que el cambio asusta, que nos deja en una situación de incertidumbre que muchas veces nos hace dudar si realmente dar el siguiente paso o simplemente quedarnos donde estamos, después de todo “tampoco estamos tan mal”, nos solemos decir a nosotros mismos. Sin embargo, cambiar hace bien, incluso aquellos cambios que duelen, esos que desgarran desde el alma y nos dejan con una sensación de vulnerabilidad y fragilidad como nunca antes habíamos sentido.
Cambiar hace bien, sin importar si estamos preparados para hacerle frente a ese cambio, ya que todo parece indicar que entre menos preparados estamos más necesario se hace ese cambio en nuestras vidas, ya que finalmente es a partir de lanzarnos al vacío que descubrimos lo que hay más allá del horizonte, o mejor aún, que nos permite ser conscientes de qué estamos hechos en nuestro interior, y para qué hemos venido a este mundo.
No importa lo que estés enfrentando, si necesitas cambiar de trabajo, si requieres cambiar de relaciones y dejar atrás vínculos tóxicos en tu vida, si deseas cambiar de ciudad o país, o tal vez quieras cambiar de vocación y quehacer. Da lo mismo el cambio que quieras hacer, lo más probable es que ese cambio que es motivado por una voz en tu interior, es justamente la que debes escuchar para poder estar como quieras. Tener los beneficios del cambio y percibir que no debemos dejar ganar al miedo o las dudas porque cambiar hace bien, es parte del proceso de crecimiento, de ganar autonomía y poder conquistarnos a nosotros mismos.
No hay que cambiar para mostrarle al resto lo que somos ahora, ni mucho menos hacerlo porque los demás quieran ver algo diferente en nosotros. Cambiar es un compromiso ético y espiritual con nosotros mismos, o acaso ¿eres todo lo bueno que puedes llegar a ser? ¿sientes que ya no hay nada más que pueda ser perfeccionado en ti?. Si tu respuesta es positiva entonces tienes un serio problema de criterio de realidad y quizás debas pedir ayuda; si sientes que la respuesta en no, entonces debes tomar las riendas de ti mismo y comenzar a cambiar ahora mismo. Un paso a la vez, sin prisa, pero sin calma, porque el tiempo no perdona y la vida pasa volando, por lo que no hay tiempo que perder en miedos, estupideces o cuentos que nos cortan las alas.
Hoy te quiero invitar a que revises tu vida y tomes acción, a que mires en tu interior y seas más consciente de todo aquello que puede ser pulido y perfeccionado en ti, y comiences a cambiar ahora, quiero que te convenzas que cambiar hace bien, y que por ello tu compromiso interno debe estar con ese cambio que te lleve a ser una mejor versión, no a los ojos del resto, sino que a tus propios ojos y sobre todo a los de Dios que tiene un criterio mucho mejor que el nuestro para discernir entre lo bueno y lo malo.
Entonces ¿qué vas a cambiar primero?